Laura Martínez-Belli, siembra una historia endémica de la literatura sudamericana, con grandes rasgos característicos de la
redacción iberoamericana como las descripciones elaboradas y realistas que desgranan las flores hasta encontrar la simiente que mantiene la intensidad del texto y la atención del lector en todo momento.
Las dos vidas de Floria son el germen del argumento.
Otrora, una comunidad con nombre de otro tiempo, ficticio, como Macondo (el pueblo donde transcurre
Cien años de soledad), es el escenario de un drama, que comienza con la historia de amor de
Manrique e
Ifigenia. Los recién casados no consiguen el deseado fruto de su amor, la descendencia, lo que obsesiona a Ifigenia hasta el punto de la depresión. Incluso, llega a recurrir, a escondidas de su marido, a una curandera que reside en una cabaña perdida en el bosque.