miércoles, 22 de julio de 2015

El monstruo y la sombra de Maqua

Javier Maqua narra, despieza un recuerdo, lo desmigaja, pero, aparentemente, sin intención. Cuenta, cuenta y cuenta anédotas sin parecer darle importancia, analizarlas ni juzgar. Así va pasando la vida de este chico y Benigno Gómez Gómez o Gómez al cuadrado o Zoquete o, simplemente, Zoco. Sus vidas se encuentran en el vecindario de su abuela donde come la familia cada sábado y a partir de ahí se vuelven a cruzar en el colegio y, de nuevo, en su barrio.

La sombra, como la novela de Maqua, es la posguerra española, la sombra que cubre estas situaciones que crea este caldo de cultivo donde pueden desarrollarse estas y otras historias parecidas, es el monstruo de la guerra. Como describe la contraportada de La sombra (Piel de Zapa, 2015) "Fue una infancia de monstruos reales y cuentos monstruosos; un moribundo eterno nos acechaba por todas partes..."



Maqua describe con un ritmo muy ligero situaciones que hacen reír y recordar tu propia infancia. Como escena graciosa recuerdo la clase de gimnasia donde Benigno no era capaz de subir la cuerda. Su lenguaje adaptado a cada personaje y muy específico de cada jerga hace sentirse uno más en la historia, un narrador como podrían ser nuestros propios ojos. El polifacético madrileño, dramaturgo, locutor de radio, que incluso, dirige un largometraje, refleja la falsedad de la época, en la que nada es lo que parece. Por ejemplo, un rodaje de una película de chinos se llena de extras españoles con el rabillo del ojo pintado.

Cada personaje corresponde a un arquetipo de los que podrían reproducirse un universo de cualquier barrio de ciudad o de pueblo grande. Que en la posguerra española todas las comunidades estaban cortadas por el mismo patrón y los cánones culturales muy cerrados. Lo que se debía hacer era lo que se hacía y lo demás no se podía ni plantear, por lo que en distintos lugares podían ocurrir cosas muy parecidas.

Personajes con agorafobia que me recordaron a Macarena Gómez en Musarañas, no sólo por la enfermedad, sino por cómo lo describe de forma desgarradoramente real Maqua. Cinéfilos que mueren por amor al cine, porque "la cinefilia a veces mata y la que no mata engorda".

Lo sorprendente de esta obra que intenta quitar las capas de la cebolla de Benigno, desde la muerte de su padre que casi lo aplasta, literalmente, es el final. El que fuera Zoquete, Zoco el cachas, el chino de pega, termina siendo un personaje que no esperas. Resolviendo con el psicoanálisis freudiano, cómo una infancia traumada puede dar origen a un final dramático, a un personaje que nadie comprendería, que no tiene nada que ver con lo que era en un inicio.

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