domingo, 10 de enero de 2016

Reencuentro o compromiso, o quizá descubrimiento

El último mes del año parece que va a ser el último mes de nuestras vidas. Comenzamos planificando con mucha antelación citas señaladas en los calendarios. De hecho son tan señaladas que ni las planificamos nosotros, vienen dadas por tradición cultural y ancestral de toda estirpe familiar que se remonta siglos atrás.

Todos saben dónde han de pasar Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año nuevo y Reyes. Lo único que nos queda por elegir son los tres fines de semana anteriores. El primero la cena de empresa, el segundo con mis amigos de toda la vida, el tercero con los antiguos compañeros... También están los amigos de la universidad, los del deporte que practicábamos, los que están fuera y si tienes que repartirte porque la familia esté algo dividida, te pueden salir hasta el doble de eventos. Vamos que al final te faltan días y te sobran gastos, comidas copiosas y copas de más.

En el recorrido de este último mes he obtenido información de varios lugares para compartir, lo bueno de salir a cenar es encontrar sitios nuevos, agradables con grandes cartas, o como es el caso del que voy a hablar hoy, mini cartas, pero de muy buena calidad.


El Ochenta grados (Manuela Malasaña, 10), es un local que se identifica con el cliché el tamaño no importa. Se inspira en la cocina a baja temperatura para mantener las propiedades organolépticas originales de los alimentos. Situado en el corazón del barrio de Malasaña, ofrece y se enorgullece de su carta XS y sus mini platos, fríos y calientes, sin nada que envidiar a otros de mayor tamaño. Pues se convierte en una comida para probar unos tres o cuatro platos por persona.