Sonrisas, sorpresas, ensoñaciones, melancolías, impaciencias, besos... son algunos de los sentimientos que atrapa la cámara
Rolleiflex de
Robert Doisneau (1912-1994). El más que fotógrafo narrador de ficción parisino trasmite las emociones en sus copias como si las viviéramos en directo en primera persona.
La
Fundación Canal (Mateo Inurria, 2) ofrece
hasta el 8 de enero la muestra de
110 imágenes del francés Robert Doisneau, cariñosamente escogidas por sus hijas y comisarias de la exposición, Annette y Francine. Desde los más míticos y conocidos retratos del fotógrafo hasta algunas fotos prácticamente desconocidas. Lo ideal de uno de los
referentes de la fotografía del siglo XX es su manera de captar lo mejor de las cosas corrientes, las expresiones de sus personajes, siempre pillados en el momento perfecto para, de esta manera, producir un estallido de emociones que nos llega a empapar de la magia del instante.
La colección, que engloba
45 años de carrera, está dividida en dos partes. Por un lado,
La belleza de lo cotidiano, 80 copias de la época en blanco y negro, donde se hace un recorrido por el estilo de vida parisina y la presenta no tanto como es sino como a él le hubiese gustado, con más pasión. Entre las que se encuentran las tan emblemáticas como
El beso del Hôtel de Ville,
Mademoiselle Anita o
La información escolar. Por otro lado, la serie a color
Palm Springs 1960 es otro carácter muy distinto, una inesperada producción de los 60 que es recuperada para esta muestra.

El prolífico artista, engendró más de
450.000 negativos con
un estilo muy personal enmarcado dentro del
Humanismo, muy fresco e inmediato, siempre rozando el
realismo poético al cuidar la escena con bastante mimo. Su
modus operandi se basa en instalarse en un escenario y esperar a que surja el gesto que quiere reproducir de sus modelos improvisados. Según sus hijas, el verdadero campo de estudio era su propia familia y la cámara una prolongación de su cuerpo incluso la máquina era un miembro más de la familia. Incluso durante muchos años el taller fue el cuarto de baño de su casa.

Al principio, este nacido el día del hundimiento del Titanic, solo
trabajaba por encargo, con lo cual se dedica a la fotografía
industrial (
Renault) pero no le gusta y además estalla la IIGM y se alista en la Resistencia, donde pudo documentar la ocupación nazi. En 1949 firmó un contrato con
Vogue durante ese tiempo explora la
publicidad y hace portadas de
revistas y
libros donde destaca su capacidad de inventiva. En ocasiones publicaba en
Life, como fue el caso de la primera publicación de
El beso del hotel, que posiblemente sea
una de las imágenes más reproducida en la Historia de la Fotografía. Aunque se codeaba con la alta sociedad, siguió frecuentando los suburbios parisinos de orillas del Sena de donde surgen algunos de sus mejores negativos.

La colección a color es una
rareza de Doisneau, aunque era un
enamorado del espectro cromático, no lo trabajó antes porque era muy caro en aquella época y dudaba de la perdurabilidad de los pigmentos. En ella saca su lado más
desconocido,
irónico y
satírico. Inmortalizó de forma divertida y en tonos pastel un planeta artificial alrededor del universo del golf de
Palm Spring.
Tres collages resumen su búsqueda de personajes con identidad, alegría y afectos. Un
paseo nocturno por una transitada ciudad sembrada de edificios en los que se van
iluminando ventanas que cobran vida y
descubren historias que Robert Doisneau está ansioso por recopilar con su Rolleiflex.
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