martes, 16 de junio de 2015

Muma, el arte de los sueños hechos realidad

No hace más de dos años, Muma eran solo cuatro paredes. Hoy, tras una reforma y muchas ganas de cumplir sueños, se ha convertido en una galería de arte. En 2013 el local de la calle del arte (no podría encontrarse en calle más apropiada), en el barrio de Pinar de Chamartín, estaba sucio y deslucido, abandonado a la suerte del paso del tiempo. Gerardo Muñoz, el hijo de la propietaria del habitáculo, pensó que darle un lavado de cara sería una buena idea. Unas manos de pintura y una instalación eléctrica innovadora, con lámparas infundibles de led, dejaron el espacio acondicionado para una futura explotación.

Después de unos meses, Gerardo y sus compañeros de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid terminaron el curso y no se les ocurrió mejor forma de aprovechar esas cuatro paredes blancas que exhibir sus obras en una exposición colectiva. "Muma nace de la necesidad de mostrar el resultado del trabajo que realizamos" explica su impulsor.

Ahora las cuatro paredes han salido de la crisálida y aparece cultura por todos sus costados. Muma deja de ser un lugar para ser un concepto, una inspiración y a la vez un resultado bellísimo, no sólo como contenedor de arte, sino como arte en sí mismo. La idea tomó forma con una función formativa a parte de la expositiva, según nos aclara Gerardo "una parte fundamental del proceso formativo es aprender de todo y de todos y la mejor manera es ver el trabajo de distintas personas que comparten el mismo momento".

La muestra de Marta Pérez, Rubén Arenal, Sara Ayala, Roberto Martín, Gema Domene, Mayid Yahiaouid, Irene Pereña y, el propio, Gerardo Muñoz, fue la que inauguró la sala que se abrió al público durante los días 5, 6 y 7 de junio. Esta primera selección ha sido sólo el inicio de una gran andadura.

Los jóvenes artistas reconocían que se preparó de forma poco consciente y atropellada, con el resultado de una muestra muy heterogénea sin hilo conductor a priori. Lejos de la perfección, la muestra cuenta con 20 de las mejores obras de los ocho autores, elementos de gran valor individual. Las mejores luces y sombras, las pinceladas más disfrutadas por sus creadores se encuentran reunidas aquí, lo que podría constituir la no intencional columna vertebral de la muestra.

Destaca a la entrada un cuadro de gran formato (162 x 130 cm) de acrílico sobre lienzo de Gema Domene. Bitácora de una ausencia es la unión de dos conceptos muy diferentes pero muy ligados, la cultura y la naturaleza, "en este caso como las fuerzas de la naturaleza actúan y modifican un lugar que ya no está habitado". Gema nos contextualiza esta imagen de un auditorio en ruinas de Chernobil, "la serie consta de seis obras en gran formato de espacios que reflejan una actividad vital y unas determinadas condiciones de vida, pero que la vida en ellos ya no existe". Las otras obras de la colección pueden llevarnos a otros escenarios dentro del mismo ambiente destructivo, un salón, el pasillo de un hospital, etc. Tendremos que visitar su próxima exposición para ver más.

Otra de las obras que más llamó la atención fue el autorretrato de Gerardo Muñoz, donde toma protagonismo la gama de colores utilizados. La explicación es que Gerardo tiene una visión del color un tanto especial, es daltónico, y cambia algunos colores. Así, cuando no colocaba bien los colores de su paleta, siempre ordenados de la misma manera para mezclar en método ciego, como cuando se escribe a máquina, obtenía mezclas que no eran del todo lo que estaba buscando. "En clase nos deleitó en varias ocasiones con cielos grises en los que aparecían nubes rosas muy llamativas" nos confesaba Rubén Arenal. Gerardo está centrado en la pintura "porque es la creación plástica que permite mayor desarrollo evolutivo, pese a las limitaciones de las dos dimensiones" y, en el retrato que "sirve de excusa para llegar a la pintura" y así se dinamiza un círculo vicioso donde todo se retroalimenta.

También habría que resaltar dos apuntes para un cuadro de gran formato. Los apuntes, retratos en blanco y negro, terminaron siendo una pequeña parte del oleo sobre lienzo que no estaba en esta ocasión entre los seleccionados. Pero los apuntes son tan detallados que fueron las primeras obras en venderse de esta expo colectiva y esta sala de arte.

Entre los retratos, una mirada que parece estar viva, un brillo y una chispa sacada de un papel poroso con los colores del pastel de Rubén Arenal. Rubén plasma a su padre, aunque en lugar de plasmarlo parece otorgarle vida y movimiento.

El autor mismo nos comentaba que se quedó unos días bloqueado y no era capaz de seguir hasta que un rayajo en la cuenca del ojo le hizo ver la luz y por donde debía seguir. Rubén también exponía otro retrato en una técnica muy diferente, un monocromático de tinta, concretamente de tinta de bolígrafo.

Roberto Martín e Irene Pereña pusieron volumen a estas paredes planas, proporcionando la tercera dimensión con sus esculturas.
Irene, además, expuso un cuaderno que muestra los inicios de su trabajo actual, pequeños collages que buscan la composición y el color como mero fundamento para una creación.

En la inauguración se dieron cita los autores con sus amigos, familiares, maestros y profesores, y otros admiradores de su arte y su arrojo para formar parte de este proyecto que ya es cierto y del cuál se esperan muchas y diferentes alegrías y descubrimientos.

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