
¿Cuándo llega un festival a su madurez o a convertirse en un clásico del panorama musical? No sabemos cuáles son las claves, pero está claro que el
Festival Gigante este año ha conseguido sobrevivir, superando la adversidad, a una sexta edición con muchos impedimentos.
La incertidumbre de
no tener ubicación exacta hasta apenas un mes antes y la
denuncia de Facua por no permitirse la entrada de comida al recinto prometían polémica y que el Gigante pinchara en esta ocasión. Tras esta carrera de obstáculos, el resultado ha sido de menor afluencia, pero sin lugar a dudas todo un éxito en lo musical. A pesar de no haber una gran estrella que inflara la taquilla, la elección de los grupos emergentes ha sido un acierto, y
19.000 asistentes disfrutaron de ellos, habiendo una reducción de tan solo 1.500 festivaleros con respecto de la edición anterior.

El
jueves, de hecho, superó la expectativa con un par de apuestas reivindicativas.
Rozalén y
Rayden cogieron la batuta y se metieron al público en el bolsillo, lo que produjo un notable aumento de la audiencia comprometida. La primera jornada se completó con el pop fresco de
Cooper, el reggaeton sin complejos de
Glitch y Gyals (Jirafa Rey y Lapili) y el pop electrónico con pluma de
Monterrosa.

El
viernes fue la noche del
indie más puro y el que marca la esencia del Festival. Los representantes ya son
repetidores.
Zahara, la reina del baile estilo libre, puso a botar a los casi veinte mil espectadores que llenaron la
Fuente de la niña.
Y, antes, calentaron motores otros clásicos en La Alcarria:
La Habitación Roja y
Sidecars. Incluso, entre los posteriores estaban
Embusteros, ya más hechos que su primera vez en Guadalajara. Y, para terminar, la electrónica con humor surrealista de
Ladilla Rusa.

El
sábado fue el turno de la calidad musical. El rock indie de
We are scientist, la banda internacional del cartel, y de uno de los mejores guitarristas de nuestro país,
Depedro. Completando la tercera y última noche el cantante (e ilustrador)
Carlos Sadness, el fenómeno de masas adolescentes
Second,
Shinova con su rock
indie en ocasiones psicodélico y los chillidos de
Rocío Sáiz y las
Chiller's.

Deseamos larga vida al
Gigante, tanto por el bien de la organización como por el de la ciudad, que ya habían conseguido hacer de él un referente y poner a La Alcarria en el mapa de los melómanos; que este palo sea de 'los que no te matan, sino que
te hacen más fuerte' y sea su fiesta de
bienvenida a la edad adulta. Hasta pronto Gigante alcarreño!
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