El prolífero actor argentino, Ricardo Darín, acaba de presentar en España su película “Elefante blanco” en la que se transforma en un sacerdote comprometido y solidario en uno de los barrios marginales más pobres de Argentina.
Uno de
los actores más naturales del panorama actual muestra su lado más
humano al hablar de su unida familia y los proyectos de su hijo
Ricardo. Al igual que al analizar los problemas sociales que se ha
encontrado cara a cara en el rodaje de este largometraje, que no es
el último, ya que acaba de terminar “Tesis sobre un homicidio”.
-Estás
presentando la película “Elefante blanco” que es el proyecto a
medio construir del que iba a ser el hospital más grande de
Sudamérica, ¿cuál es tu elefante blanco, el gran proyecto sin
terminar?
-Yo no
tengo ningún elefante blanco porque soy demasiado cobarde como para
soñar con cosas que imagino que van a ser inaccesibles. Soy más
bien mucho más prudente y cauteloso, mucho más cerebral y siempre
mis pasos, excepto un par de excepciones han sido muy cautelosos,
poco pretenciosos. Nunca me gustó demasiado la espectacularidad. Al
venir de un matrimonio de actores, buenos, pero que no tuvieron
demasiada suerte ni estabilidad económica, mi máxima aspiración
siempre era poder vivir de mi trabajo. Y la he cumplido y he logrado
la estabilidad no me descubro misiones desmedidas.
-Sí,
es una suerte poder vivir de lo que te gusta tal como está el mundo.
-He
tenido mucha suerte también, la vida me ha dado oportunidades que a
otros no ha ofrecido, soy un privilegiado. Entonces siento que
anhelar o desear más cosas para mí me suena demasiado respetuoso.
Conozco el entorno donde vivo y cada día que pasa tengo la
oportunidad de conocer más profundamente esa gran desproporción que
se produce de posibilidades para todos los seres humanos, y me siento
incómodo, no culpable, pero sí incómodo.
-Lo
de ser actor te viene de familia ¿eres un autodidacta?
-No
tuve una formación académica, pero sí pasé por talleres y tuve
mis experiencias. Lo que no tuve es una formación académica férrea.
-Tu
hijo, Ricardo, parece que también ha seguido la tradición familiar.
-Si, no
sé si es el mismo camino, yo creo que está intentando verse a sí
mismo, conocer y explorar, a ver qué quiere hacer. Ha estado en
cine, en teatro, ha hecho una obra muy buena el año pasado, que
estaban por reponerla este año. Ahora está intentando la conducción
de un programa turístico por toda la República Argentina. En ese
sentido es como yo, le gusta salir de una cosa y meterse en otra.
Está tratando de entenderse a sí mismo.
-Bueno
eso fue un cameo, un chiste interno, pero nada más. Él hace de un
futbolista medio torpe y que no sabe muy bien de qué va... está
intentando hacer su propio camino.
-¿Habéis
pensado en hacer algo juntos?
-Lo que
tenemos como plan es el año que viene intentar escribir una historia
entre mi hijo y yo y ver que ocurre después, primero tener una
historia y después ver si la dirigimos o que.
-¿Qué
consejos le das? ¿Te gusta que sea actor, tal como está la
industria?
-Sí me
gusta que haga todo lo que le parezca a él, lo que su corazón le
indica, no hay una fórmula no hay una garantía, nadie sabe que es
lo que hay que hacer para ser feliz. Yo quiero que sean básicamente
felices y creo que si uno está cerca de hacer lo que le gusta tiene
más chances de ser feliz en su vida. Pero no es un axioma infalible,
a veces funciona y a veces no. No le doy muchos consejos, pero
hablamos mucho y discutimos.
-Sí,
dependiendo de si tienen buena relación. Nosotros tenemos muy buena
relación, muy fluida, dinámica y de mucho contacto. Y tengo la
suerte además de tanto yo como su madre, mi mujer, somos requeridos,
tanto por él como por mi hija, nos buscan, no les pesa estar con
nosotros. Esto se nota cada vez que intentamos irnos una semana de
vacaciones o un fin de semana, normalmente los padres tienen mucho
pudor de proponer eso a sus hijos adolescentes, porque piensan no van
a querer ir. Pero estos son los primeros en adaptarse, y eso nos
estimula y nos hace sentir orgullosos, porque quiere decir que no la
pasan mal con nosotros. Eso hace que la relación sea sinceramente
fluida y no interesadamente fluida.
-¿Quizá
que tengáis mucho trabajo y menos tiempo para estar juntos hace que
se aprecie más el poder tener esos momentos y que se busquen?
-Tampoco
es tan así, a veces si hay temporadas en las que alguno
desaparecemos del plano familiar, pero por lo normal nos buscando
como los perros. Tenemos un acuerdo tácito de que si no almorzamos
juntos, nos buscamos para la cena y si no se da el caso pues para el
desayuno, pero siempre intentándolo. No sé qué ocurrirá dentro de
muy poco tiempo cuando suceda lo que necesariamente tiene que
suceder, que es que vuelen del nido, que ya están un poco en esa
campaña. Es una incógnita. Estoy frente a un abismo en ese sentido.
Porque uno no ha hecho un estudio o plan de instrucción para ser
padre y aprendes a ser padre en el transcurso del día a día y
cuando te acostumbras a ser padre, resulta que te comunican que ya
no. La vida propone un cambio permanente y hay que estar dispuesto a
aceptar las reglas de ese juego.
-Aparte
de presentar “Elefante blanco” acabas de terminar el rodaje de
“Tesis sobre un homicidio” ¿Qué nos puedes contar?
-Yo
creo que va a estar buena, no lo sé no me quiero adelantar
demasiado, porque falta el montaje y la edición y estas cosas, pero
ya tuve la oportunidad de ver escenas y la verdad es que va estar muy
bien. El libro es muy bueno, la historia rarísima, tiene la
particularidad de ser extraña. Pero la factura de todo esto, en lo
que tuve oportunidad de ver, se ve de mucha calidad. Así que ojalá
el montaje sea acorde a eso y no se me caiga.
-Además de la interpretación ¿qué otras pasiones tienes?
-Me
gusta hacer el vago, me gusta no hacer nada de nada. Cuando no hago
nada, me gusta no hacer nada, pero en serio, nada. En casa se ríen y
me gastan bromas porque dicen que me transformo en una especie de
vikingo, puedo estar deambulando por la casa, pero me gusta que
decaiga todo el sistema. También me gusta jugar al tenis, ando en
bicicleta, cocino, hago un poco de todo. Pero me gusta quedarme en mi
casa, soy como una vieja y salgo para cosas puntuales y cuando tengo
que salir voy hasta el sitio y vuelvo a casa.
-A
la hora de coger el proyecto de “Elefante blanco” ¿no tuviste
miedo de tener que rodar en la Villa, un barrio marginal y peligroso,
por lo que se ve?
-Sí,
lo pensé pero después me di cuenta de qué estúpido había sido,
porque uno de los mayores aprendizajes es ir en contra de la
estigmatización. La mayor parte de la gente que vive en la Villa es
gente decente y trabajadora, por dos o tres estúpidos se empañada
la imagen. Pero sí lo pensé y pregunté a la producción cómo nos
íbamos a manejar en términos de seguridad que dijeron que iban a
controlar con mucha gente. Y luego descubrí que lo mejor es no tener
a nadie yo quería que me dejaran solo, yo me llevo bien sólo con la
gente.
-Porque
en cualquier momento podría haber ocurrido algún altercado, como
ocurre en la trama.
-Bueno
en la película hay que encadenar las cosas de impacto una detrás de
otra y comprimirlo en dos horas. Yo no sé si funciona exactamente de
esa forma, no es que estás ahí y de repente están tiroteando, no
es tan así. Y además hay una especie de código interno, hay zonas
donde están las familias y los chicos jugando, de alguna forma son
seguras. Si hay algunos descerebrados están como a parte. Hay un
código histórico en la delincuencia, ¿no? Que es que en el barrio
no se roba.
-¿Qué
tal les trataron? ¿Cómo fue la experiencia y la convivencia con la
Villa?
-Nos
trataron maravillosamente bien, estaban encantados. Estaban
encantados de formar parte del largometraje, de trabajar y que sus
chicos trabajaban. Siempre estaban haciéndonos cosas de comer, cosas
ricas. El problema que tenían era que decían qué vamos a hacer
ahora cuando se vayan de acá, se va a notar el hueco, y eso es lo
que te da tristeza. Pero fue mejor de lo que se pronosticaba.
Me ha parecido una entrevista muy completa, incluso me ha creado curiosidad por verla pero no estoy de acuerdo con el en la frase, nadie sabe lo que hay que hacer para ser feliz, creo que si lo sabemos pero somos muy ambiciosos y no nos conformamos, siempre queremos mas...
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