La familia más poderosa de la Florencia renancentista, los Médici, una dinastía de papas y realeza, esconde secretos y misterios. Una fuente de inspiración más que suficiente para uno de los últimos descendientes directos de esta estirpe, Lorenzo de' Medici.
El milanés, autor de varios ensayos históricos, guías de viaje y novelas históricas, presenta estos días el 'libro del verano', como describe él mismo. Las cartas robadas (Planeta) une dos tramas paralelas de la familia italiana gracias a unas joyas de María de Médici, la reina madre, que confía al pintor flamenco Pedro Pablo Rubens para que se las esconda sin levantar la menor sospecha. Cuatro siglos después, una profesora de historia de EE.UU. se ve envuelta en una complicada situación cuando muere asesinado el profesor Scopetta con el que había quedado para mostrarle unas cartas inéditas de la reina madre y revelarle un secreto.
En fín, un argumento que promete aventuras y desventuras de la mano de un auténtico narrador, que hoy se someterá a la curiosidad de una servidora, desmembrando la intimidad del creador.
-¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Barcelona?
-16 años, pero no vivo en Barcelona capital, vivo en un pueblecito que está a las afueras, en Sitges.
-¿Qué lleva a uno de los descendientes directos de la familia de los Médici a vivir en Sitges?
-El mar, la playa, puedes ir caminando a todos sitios...
-¿Qué tiene el mar para los escritores?
-Hablo de ello también en el libro, y es que si vives en un lugar de playa, de mar, tienes la mente más abierta; mientras que si tienes una visión de montaña, más encajada, vas a tener la mente más cerrada. No lo digo yo, lo dicen los psicólogos y yo creo que es verdad, porque te pones delante del mar, yo vivo en una casa donde se ve, y te relaja, te sientes... dejas viajar la mente. Y para dormir también, dicen que se duerme mejor en lugares de mar que de montaña.
-¿Es muy importante el descanso para escribir, para estar más despierto a la hora de trabajar?
-Depende, yo cuando escribo estoy en ebullición, en el sentido de que tengo tantas cosas por la cabeza y quieren salir y hay que escribir bastante rápido para no dejarse nada. Entonces, tengo mis momentos de furia, que me levanto a las 6 de la mañana para escribir hasta por la tarde y llega un momento, a las 5 o 6 de la tarde, que dices no puedo más, tengo que salir a pasear, descansar y no pensar en nada, que claro que piensas, no puedes dejarlo del todo.
-¿Cuánto te ha llevado escribirlo?
-Tardo, normalmente,
un año en escribir un libro, pero este he tardado siete meses porque ya
tenía toda la historia en mi cabeza y solo tenía que ponerlo en el
papel. Cando me pongo a escribir me vienen otras ideas y otras y es muy
importante escribirlo todo. Así que ha sido un proceso condensado y
rápido. De hecho un coche en una escena era blanco y diez capítulos más
tarde el coche era gris [risas]. ¡Si yo lo había visto blanco, ¿cómo he
podido poner gris?! Y tonterías así, menos mal que hay gente que lo lee y
lo revisa.
-¿Cómo pasas de ensayos y guías de viajes a la novela histórica y la ficción?
-Es la historia de mi vida, es todo una casualidad. Yo empecé escribiendo el primer ensayo porque me lo pidieron, estaba en la presentación del libro de otra persona y el editor vino hacia mí y me dijo, deberías escribir una historia de tu familia y yo no estaba convencido, yo no era escritor, pero insistió y lo hice. Después, me propusieron las guías y dije, bueno, es algo nuevo, lo voy a intentar. Y la novela, fue otra casualidad, empecé a escribir porque me pidieron un libro histórico sobre Catalina de Médici, la reina de Francia, y mientras lo estaba escribiendo lo encontraba muy aburrido y pensé, si me aburro yo, imagínate el lector. Entonces me puse a introducir elementos nuevos y pasó de ser histórico a ser novela. Fue "La conjura de la reina" en el que hay un personaje, una camarera, que da la visión de la reina desde los ojos de la camarera.
-¿En qué te apoyas más en la realidad o en la ficción?
-Soy uno de estos autores muy riguroso con la historia. La historia es un hecho muy serio y no puedes bromear. Odio a estas personas que juegan con la historia y desplazan las cosas, que el lector no sabe qué es verdad y qué es falso y dan información que no es correcta. Yo soy muy riguroso y cuando salgo de la historia para novelarla, se entiende perfectamente. Por ejemplo, aquí, en "Las cartas robadas", la parte de la historia que se refiere a la reina María de Médici y su relación con el pintor Rubens, es una cosa absolutamente real. Ella le encargó los cuadros de los que hablo en el libro, ella tuvo esa relación con él y cuano ella lo usa para llevar diamantes al extranjero, es evidente que es ficción, encima los diamantes son falsos. Se entiende claramente que no puede ser histórico, que hay un salto.
-¿Este libro sólo podía escribirlo alguien de la familia?
-Hay millones de libros escritos sobre mi familia y sus miembros, de verdad hay un catálogo infinito en los últimos 300 años. Claro que han escrito de todo, pero yo lo hago con ojos más cariñosos, porque sé de quien hablo. Sin ser particularmente amable o benevolente. De ella digo que es una tonta y es porque es una tonta. Era muy tontona porque era una chica muy mimada y hay que entender que desde muy jóven ha sido la heredera más rica de toda Europa, lo ha tenido todo y no puedes pretender que se comporte como una persona humilde.
-¿Cómo se lleva el peso de la familia?
-Yo tengo 60 años, entonces el peso de la familia he intentado llevarlo encima porque estoy acostumbrado. De niños nos inculcan que el indivudual de la familia no es importante, lo importante es que el nombre siga y salga bien parado. Entonces cuando escribes tienes que tener cuidado de salvaguardar esta imagen que la gente tiene de nosotros, que es una imagen de gloria, potentosa, de mecenazgo, arte y ciencia y no se puede escribir algo muy personal porque me saldría del camino.
-¿Antes de publicar ha pasado el filtro familiar?
-No, porque en mi rama de la familia sólo queda mi hermano que pasa de todo. Pero es más un autoreglamento que yo me impongo.
-¿Con qué personaje te sientes más identificado?
-En "La prisionera" de Proust habla justamente de esto, de ¿quién te gustaría haber sido? Yo estoy muy contento con lo que soy, muy en paz conmigo mismo y no quiero ser nadie que no sea yo. Para crear personajes tengo un truco. En este libro los personajes actuales son inspirados en personas reales, todos son personas que he conocido. He cambiado nombres, situaciones sociales, pero los he conocido, entonces las descripciones son reales, los he visto así. Cuando escribo un libro me encantanta sentarme en una terraza y mirar a la gente, veo una pareja y pienso "¿y estos por qué están juntos?" "qué tiene que ver el uno con el otro". Él es guapo y ella muy fea o viceversa y piensas qué pintan estos dos. Me gusta mucho hacer estas cosas y me gustaría levantarme e ir a preguntárselo, pero me daría una bofetada [risas]. Es muy importante fijarse en los detalles y la gente que pasa, porque es la vida misma.
-¿Qué me cuentas del Cardenal Richelieu que siempre está metido en tramas oscuras?
-Richelieu era un bicho malo y creo que hay una frase en el libro que suma su pensamiento. Si hay guerra entre María y él, quiere encontrarse en el lado de los vencedores, entonces quería salvaguadarse a sí mismo, era ambicioso, egoista y muy creido. No juzgo su papel sobre lo que ha hecho por Francia, pero como persona era así. Y al final se quedó en el lado de los vencedores, así que consiguió lo que quería.
-¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?
-Yo veo a todos con un ojo bastante crítico. Porque en la realidad las personas no son buenos o malos y aquí, en particular, nadie es lo que parece. Es decir, lo que parece bueno se convierte en malo y lo que es malo al final no es tan malo. Porque es la vida misma, y la vida misma es así.
-La policía en muchas novelas o no se entera o llega tarde ¿la policía es tonta?
-Aquí la situación de la policía es paralela a otra. Cuando pasan cosas no se las dicen a la policía, porque ya llegará por sí misma. No dejo mal al cuerpo, porque ellos van por su camino y llegan al final; simplemente, con sus métodos y su manera de actuar. Los protagonistas no les cuentan todo lo que saben para que no lleguen antes que ellos al secreto, si les dieran todos los datos con sus medios llegarían antes. En este libro ocurre también al revés, a veces la policía sabe cosas que los protagonistas desconocen.
-¿Tu qué hubieras preferido que reinara María o Luis XIII?
-María como reina de Francia fue un desastre, como regente cuando su hijo era menor de edad fue un desastre. Creo que por el bien de Francia fue bueno que la echaran.
-La novela parece tener todos los ingredientes de un best-seller ¿temes las comparaciones con "El código Da Vinci" y este tipo de libros?
-Es una elección mía, es un drama interior mío, que no tiene nada que ver con otros libros. Lo que evito es inspirarme en los demás, que sería fatal. La realidad es que no quería escribir una novela histórica, estaba harto, quería cambiar de género y todos, profesionales y no profesionales, me han aconsejado que no cambiara de género. Tengo un nombre que inspira novela histórica y un público que por los antecedentes me sigue por eso. Si hubiera escrito un libro actual, sólo actual, igual no tenía público, tenía que crearme un público de cero. Esta apuesta ha mezclado las dos, una parte actual, pero siempre con referente histórica y van de camino hasta que se cruzan. Es la primera vez que lo hago y estoy bastante contento. Y tu sabes que será el libro del verano [risas].
-¿Cuál es el truco para mantener enganchado al lector?
-Tengo una teoría que pongo en práctica, si escribes una novela histórica, el lector no espera de ti que seas un profesor de historia, si quiere más información ya se la buscará y hoy en día con internet más, aunque no muy fiable. Lo que quiere el público es estar entretenido y yo hago que en cada capítulo pase algo que te haga quere ir al siguiente, y al siguiente y al siguiente. Es un libro de playa, te vas a dar un año y cuando vuelves a la toalla quiero que estés deseando coger el libro y seguir leyendo. Por lo que me han dicho lo he conseguido. Cruzamos los dedos [risas].
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