martes, 21 de febrero de 2012

A los humanos les gustan las leyendas

En estos días se han destapado muchos famosos y personalidades. Adele se sincera "ya no soy una bruja amargada", Ulrich admite que se dopó e Isabel Sartorius, ex-novia del Príncipe Felipe, también, su madre la "mandaba a comprar cocaína" como quien manda a por el pan.

Sincero/a, actualmente es una palabra en sí, que define la forma de actuar con sinceridad. Indagando en sus orígenes, existen dos posíbles teorías sobre su nacimiento.

Una de ellas es que en un principio, lo que consideramos una palabra en sí, fue una expresión, como podría ser ahora "sin trampa ni cartón". Pues en la época de la Antigua Grecia y el Imperio Romano, el arte de la escultura estaba a la orden del día. Los buenos trabajos tienen su dificultad y conlleva tiempo, y como el tiempo es dinero, también un elevado coste.

Así, los buenos artistas, hacían figuras perfectas, pero los más mediócres o chapuceros las hacían deprisa y corriendo y los fallos los disimulaban tapando los huecos con cera, que además le concedía un brillo especial a la pieza.

Al tener una competencia tan desleal, los grandes modeladores anotaban en sus cartelitos "hecha sin cera" o simplemente "sin cera". Con el mero hecho de omitir el espacio, obtenemos el objeto de análisis.


Pero, otra hipótesis más antigua, incluso anterior al arte y práctica escultórica, según los linguístas más reconocidos, es que procede del latín. Del adjetivo sincerus que significa puro y exento de mezcla, donde el prefijo sin o sem que denota uno, único, sin división, así  forma palabras como simple, singular o sencillo. Y en la enciclopedia italiana, encontramos la acepción de algo "virgen" como atributo de lo puro, como ocurre en la clasificación del aceite de oliva.

Sincero/a, tiene una etimología curiosa que se da a varias interpretaciones, la popular y la científica. Como humanos, por definición parece gustarnos lo mágico de una historieta o leyendas que expliquen cosas que desconocemos. Hay ocasiones, más de las que creemos, que las inventamos y nos quedamos tan contentos. Seguro que prefieres la primera explicación aunque sepas que no es la cierta.

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