viernes, 27 de noviembre de 2015

El Colegio de Arquitectos sabe a Toscana

Un bocado de Italia en una biblioteca de diseño en pleno corazón de Madrid. Entre Chueca y Malasaña florece un jardín que ofrece manjares de la típica cocina italiana con notas modernas y un estilo muy personal.

Del enlace del grupo Tragaluz y el En compañía de Lobos, nace El Bosco, el nuevo concepto de restaurante italiano, que fuera de los tópicos del mantel de cuadros vichy y decoración de paredes recargadas, ofrece una carta donde no falta la esencia itálica pero con nuevos matices rodeados de un ambiente más limpio.



El nombre es una declaración de intenciones. Bosco, del italiano bosque, sugiere paseos por zonas verdes y espacios abiertos. El concepto creado por Tomás Tarruella y Perico Cortes "invita al paseante a curiosear, conocer, compartir y a sentirse cómodo en él" y hemos comprobado esa sensación. El diseño del edificio que forma parte del Colegio de Arquitectos de Madrid ya marca la diferencia. Las paredes de cristal y madera intercaladas juegan con el espacio continuamente, interior y exterior, creando un estilo innovador a la par que acogedor, algo que recuerda a la arquitectura nórdica, quizá acercándose a una nueva tendencia alpino italiana.

La gran barra central de tres lados nos ofrece la posibilidad de comer, picar de tapas o, simplemente, tomar una cerveza, mientras observamos el magnífico baile de sus cocineros en acción. Una vista formidable de sus obras de arte expresadas sobre una vajilla escogida con mucho gusto.

El nuevo lunch italiano se degusta con fusiones de porcheta, berenjena y mostaza y miel, que incluyen en varias de sus fórmulas. En la bechamel de las croquetas, como ingredientes y salsa en una pizza y en bun (una especie de hamburguesa en pan de brioche).

En esta carta, no muy extensa, creada por el Chef Alberto Sambinelli tenemos la esencia de la Toscana que queda patente al ver los apartados: Pastas, Risottos, Pizzas o Carpaccios.

También queda lugar para platos que fusionan tradición con innovación o incluso otras latitudes del mundo. Algunas apuestas se salen del mapa, y exploran otras gastronomías, como la tortita de maíz con sashimi de atún y mayonesa de chipotle, que se propone un acercamiento de Japón y México.

Podríamos destacar los más típicos como la bresaola con alcachofas, la burrata original de Puglia, la pizza romana delgada y crujiente, así como una pasta clásicas como la cacio e pepe con habitas verdes y la milanesa oreja de elefante, un escalopín delgado pero suficientemente grueso para poder apreciar la carne rosada del centro.

El servicio es excelente, el personal es atento, agradable y cercano, lejos del camarero estirado excesivamente servicial, nos encontramos con una atención más adecuada, respetuosa pero desenfadada.

Otro punto a favor de este local es la comodidad de la estancia. Mesas redondas para dos, tres, cuatro o, incluso, cinco, con una luz apropiada, ni mucha ni poca, con un tono cálido, y rodeada de las butacas convenientes. Estas sillas-sillón son tan placenteras que las sobremesas tienen el peligro de ser relajadamente extensibles.

El Bosco de Lobos tiene dos primos en la capital: Ana La Santa por parte de En Compañía de LobosEl Tomate y Luzi Bombón por el Tragaluz. Además, existe una rama catalana y otra internacional que se desarrolla en México por ambos lados de la familia. Y, actualmente, se está gestando la nueva creación, Green Spot, un vegetariano que verá la luz en Port Vell, Barcelona.

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